Como laureado con el Premio Nobel en Economía, Daniel Kahneman se destacó no por fórmulas, sino por las narrativas cautivadoras que utilizaba para explicar los procesos de toma de decisiones humanas. Su obra seminal está llena de personajes y dilemas cotidianos, diseñados para desvelar la naturaleza a menudo irracional de nuestras elecciones. Por ejemplo, Kahneman introdujo a un niño con un coeficiente intelectual de 150 en una ciudad con un promedio de 100, y al señor Tees, quien perdió su vuelo que salió tarde, para desafiar nuestras percepciones y resaltar los sesgos cognitivos.

El enfoque de Kahneman fue revolucionario. Transformó las ideas psicológicas abstractas en historias vívidas que resuenan con todos, desde académicos hasta personas comunes. Su habilidad para crear estas narrativas se debía en parte a su rica y cautelosa infancia como judío lituano en el París de la preguerra, donde evaluar la confiabilidad era una habilidad para sobrevivir.

Su popular libro, “Pensar rápido, pensar despacio”, no está dirigido a los tomadores de decisiones, sino a los observadores de esas decisiones: los críticos y chismosos. Kahneman entendía que los tomadores de decisiones a menudo están demasiado inmersos en sus esfuerzos cognitivos para reconocer sus sesgos. En cambio, buscaba iluminar a quienes los rodean, empoderando a los observadores para desafiar y corregir sutilmente el pensamiento erróneo.

El legado de Kahneman se extiende más allá de sus escritos. Se esforzó por integrar las ideas psicológicas en el sistema educativo de Israel, aunque los obstáculos burocráticos prolongaron la iniciativa. Su “teoría de las perspectivas”, desarrollada con Amos Tversky, introdujo un nuevo modelo de toma de decisiones económicas que enfatiza la respuesta psicológica a los cambios en la riqueza relativa a un punto de referencia neutral.

Las contribuciones de Kahneman han transformado la economía, introduciendo conceptos como los “hedonómetros” para medir el placer y el dolor momento a momento. Su investigación ilustra cómo nuestro “yo recordante” puede dominar nuestra narrativa, eclipsando las experiencias reales de nuestro “yo viviente”.

Ahora, al recordar a Kahneman tras su fallecimiento, es nuestra responsabilidad seguir explorando las narrativas que utilizó tan eficazmente para describir nuestro complejo paisaje psicológico. A través de sus historias, Kahneman no solo cambió la economía, sino que también enriqueció nuestra comprensión de la mente humana.

 

Josep Ma Romances, Presidente y Fundador de Closa Capital