La Ley de Murphy, la Regla de Kindlin, el Principio de Gilbert, la Ley de Wilson y la Regla de Falkland representan una mirada humorística pero reflexiva sobre las inevitabilidades de la vida. Cada uno de estos aforismos ofrece una perspectiva única sobre las peculiaridades del destino y la experiencia humana, reflejando una mezcla de cinismo y realismo que ha atraído a muchos.

La Ley de Murphy afirma: “Todo lo que pueda salir mal, saldrá mal”. Esta ley, atribuida al ingeniero aeroespacial Edward A. Murphy, Jr., es la más famosa de estos principios. Surgió durante un experimento en 1949 cuando se instaló incorrectamente un dispositivo, lo que llevó a Murphy a comentar sobre el potencial de errores. Desde entonces, este principio se ha convertido en un axioma fundamental en ingeniería, evaluación de riesgos y un comentario general sobre la propensión de los eventos desafortunados a ocurrir.

La Regla de Kindlin, aunque menos conocida, opera en una línea similar: “La probabilidad de que un joven conozca a una mujer deseable y receptiva aumenta de manera piramidal cuando ya está en compañía de (1) una cita, (2) su esposa, y/o (3) un amigo más guapo y rico”. Esta observación humorística toca las complejidades de las interacciones sociales y románticas, sugiriendo que el deseo y la disponibilidad no siempre coinciden según los deseos de uno.

El Principio de Gilbert ofrece una perspectiva más esotérica: “En cualquier esfuerzo científico o ingenieril, todo lo que pueda salir mal, saldrá mal, y en el peor momento posible, de la peor manera posible”. Este principio puede considerarse una extensión de la Ley de Murphy, enfatizando la naturaleza inoportuna y agravante de los percances en campos técnicos.

La Ley de Wilson tiene un sesgo más económico, afirmando: “Si una situación requiere atención indivisa, ocurrirá simultáneamente con una distracción apremiante”. Esta ley capta humorísticamente el dilema que muchos enfrentan en entornos multitarea, donde la necesidad de concentración a menudo está en conflicto con la aparición de distracciones.

Por último, la Regla de Falkland dice: “Cuando no es necesario tomar una decisión, es necesario no tomar una decisión”. Este aforismo, atribuido a Lucius Cary, segundo vizconde de Falkland, destaca el valor de la moderación en la toma de decisiones. En una era donde la acción suele ser valorada, la Regla de Falkland invita a reflexionar sobre los méritos de la inacción bajo incertidumbre.

Juntos, estos aforismos no solo divierten, sino que también ofrecen una sabiduría más profunda sobre las ironías y complejidades de la vida. Nos recuerdan que, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, el universo tiene sus propios planes, a menudo desarrollándose de maneras irónicamente inconvenientes.

 

 

Josep Ma Romances, Presidente y Fundador de Closa Capital