La importancia de las relaciones internacionales en el ámbito de la seguridad está atestiguada casi desde la invención de la escritura. Así, cuando los enigmáticos Pueblos del Mar estaban demoliendo, una a una, las civilizaciones de la edad de bronce, la ciudad Estado de Ugarit escribió a su aliado Alashiya una angustiosa carta que nos ha llegado. En ella explica que no puede enviar ayuda porque: “¿No sabéis que mis tropas están en Hatti? Las naves enemigas llegaron aquí y nos causaron mucho mal. También estamos sin protección”. Ugarit fue, lamentablemente, destruida.
En la Grecia clásica se vivieron muchos episodios de este tipo. Cuando los persas invadieron las polis griegas, los dedos griegos se unieron en un puño que, en este caso, repelió al invasor. Así ha sido continuamente en los vaivenes de la historia: fueron las alianzas las que resolvieron la guerra de Sucesión española, las guerras napoleónicas y la Segunda Guerra Mundial.
Recordemos que las alianzas pueden ser la diferencia entre el potro de tortura y la libertad. Los ucranianos lo han podido comprobar. Sin el apoyo de Occidente, las eficaces fuerzas ucranianas no estarían resistiendo al ejército ruso en Bajmut y el Gobierno ucraniano estaría en bancarrota.
Las alianzas militares internacionales pueden ser improvisadas en función de una urgencia o pueden ser estratégicas, basadas en una previsión. La alianza entre la Unión Soviética y las democracias durante la Segunda Guerra Mundial fue de origen muy táctico. Cuando a Churchill le preguntaron por la alianza con Stalin, el instigador de las detestables purgas soviéticas, este contestó diciendo que si Hitler invadiese el infierno “iría a la Cámara de los Comunes a dar buenas referencias del diablo”.
Pero, las alianzas son mucho más efectivas y productivas si son estratégicas: se puede desarrollar tecnologías más caras, crear doctrinas conjuntas, trabajar durante años para crear confianza y ejercer de disuasión ante terceros. Esa es la naturaleza de la OTAN y, también ahora, de la Unión Europea.
Si hoy no ayudamos a nuestros aliados, estos no nos ayudarán cuando le necesitemos
Es por eso que, en países como Estados Unidos, el Reino Unido o Francia las relaciones internacionales son tan importantes en términos de análisis, sentido de Estado y, según la experiencia de este articulista, conversaciones familiares y sociales. En España y Catalunya, no ha sido el caso en algunos ámbitos, posiblemente por nuestra historia. Se ha querido observar y alabar la parte más bonita y agradecida, como todo lo relacionado con la UE, la ONU o algunas misiones de paz, pero se han ignorado o criticado los ámbitos más complejos, como el gasto en defensa comprometido con una alianza, la labor de inteligencia, el apoyo a países de credenciales mixtas o las decisiones entre opciones malas. También se ha obviado en parte que, si hoy no ayudamos a nuestros aliados, estos no nos ayudarán cuando les necesitemos.
Las alianzas no sirven si se pueden abrogar y no son carreteras de un solo sentido. Así pues, sería bueno que en España y Catalunya aquello relacionado con las alianzas militares se tratara de una forma más clara y prioritaria. Hagámoslo sabiendo que son asuntos de Estado, como parte de nuestro marco democrático y sin necesidad de hablar bien del diablo, así lo hacen otros países democráticos que viven en barrios más peligrosos que el nuestro. No hace falta mostrar pamema ni forzar las comparaciones, pero recordemos que a Atenas le fue mejor que a Ugarit y que todo apunta a que Ucrania será un Estado viable.
Artículo escrito por Marc Murtra en La Vanguardia: ¡Recordemos Bajmut!